martes, 18 de enero de 2011

Año nuevo, chico nuevo

Moon, river, wider than a mile. I'm crossing you in style, someday... Old dream maker, you heart breaker, wherever you're going. I'm going your way...


A D lo conocí en la universidad. Tengo 22 años y estudio una carrera que medianamente me importa pero que es parte de mi redención al sistema. D es amigo de un amigo y de otro amigo y lo conocí desde el día en que me agregó al facebook. Bendito facebook. Todo empezó con un qué haces? cómo estás? con preguntas tan mundanas que a la vez se convierten en indispensables. En un día aprendimos que tenemos varias cosas en común. En una semana me le volví importante, y digo me le volví porque hasta el momento él no era nada para mí. En dos semanas, se convirtió en mi amigo y en un mes, me odia.

Me odia, me odia, me odia. Así como suena, odio. Te odio. No lo ha dicho pero no necesita hacerlo, sus mensajes cargados de rencor y de frustración demuestran lo mucho que me odia, me repudia y a la vez quiere. Sí, me quiere.

No te voy a mentir, yo pensé que lo quería. No sé si a él o a la idea de tener un "él". Pero de que había un cariño, una preocupación, la había. No me malinterpretes, una perra no soy.

En dos semanas, se convirtió en mi amigo. En casi casi mi diario, hablabamos todo el día, nos contábamos todo. Vino a verme a mi casa y nos besamos. Yo no estaba segura de lo que hacía, no sabía si lo que sentía por él era de verdad o si era la falta de besos en mi vida. Ese día me dijo que me quería mucho, "muchísimo" dijo. Yo también, le dije y lo miré de frente a sus ojos color caramelo y sus pestañas rectas y caídas.

¿Por qué te tienes que ir? No te vayas... Ya tengo mi pasaje, tú sabías que me iba a ir por año nuevo. Yo planié esto hace mucho tiempo... No te vayas, quédate conmigo... El tiempo se pasará volando, cuando te des cuenta ya estaré aquí.

Me fui con mis dos mejores amigas a pasar año nuevo lejos de la ciudad, del tumulto, del tráfico y de las presiones. Yo necesitaba ese viaje, había pasado todo el año trabajando y estudiando, con mis ideas locas de que no encajo en ningún sitio y que mejor dejo todo y me voy a mochilear por el mundo.

Salimos un martes por la noche, el viaje en bus duró unas seis horas y cuando desperté me encontré con un pueblo maravilloso, con el cielo despejado, el mar cristalino y la sensación de no tener que hacer nada. Todos los días salíamos a la playa, almorzar, dormir toda la tarde y embriagarnos por las noches.



El primer día que llegamos, lo conocí. Francamente lo vi y no me llamó la atención. Mi cabeza seguía persiguiendo las pestañas caídas de D, su barba que raspa y su cicatriz en el cuello. Seguíamos tomando en la plaza cuando me empezó a hablar, ¿cómo te llamas?... Betty... Yo soy P ¿estás en la universidad de lima?... yo también... ¿qué estudias? Espérame un segundo mi hermano quiere que traiga la camioneta, ya vengo...

Las latas de cerveza helada iban y venían, la cumbia norteña invadía mis oídos y hacían que mis rodillas temblaran un poco. Alguien derramó una botella, se acabaron los cigarros y una amiga propuso seguirla en su casa. Llegamos y prendí un cigarro, dejé mi celular en uno de los cuartos, no tenía señal, maldito Nextel. Al salir a la sala me encontré con el rostro bronceado de P, sus músculos que sobresalían de su polo negro y sus ojeras azules que hacían que se vea aún más irresistible. Le sonreí y me alcanzó un vaso lleno de cerveza, tomé la mitad. Tenía sed.

Las horas pasaban, las historias venían, el viejo cd de salsa dura que habían puesto me empezaba a hartar, y alguien dijo ¿vamos a bailar?
Salimos a las casi cuatro de la mañana de la casa, el frío era terrible. El aire helado me recorría el cuerpo y cuando crucé los brazos intentando abrigarme me di cuenta de que era P que me cogía de la cintura. Me abrazaba, me decía que tenía mucho frío. Me miraba fijamente, me quería dar un beso. Caminamos unas cuadras todos juntos, cuando en medio de nuestra borrachera nos dimos cuenta de que no había ningún local abierto, regresamos.

Nos sentamos en la sala, y cuando voltié mi mejor amiga ya no estaba, tampoco uno de los chicos. Me reí. Mi otra amiga conversaba en un idioma extraño con otro chico que le respondía igual. P me miró ¿Vamos a dormir?, no dije ni sí ni no cuando me encontraba en otro cuarto a su lado. Cerré los ojos, la cama me daba vueltas como la canción de Pedro Suárez Vertiz y mis rodillas se relajaban con el contacto del colchón suave. P me rodeaba la cintura, apoyaba su mentón en mis hombros y no raspaba. Voltié a mirarlo y me besó. Con fuerza, con dientes. Yo le correspondía con emoción, mis uñas en su espalda. Suspiros, temor de que nos oigan. ¿Me ayudas con esto?... No puedo desabrocharlo... Me encantas...

Empecé a despertar cuando las voces de los demás irrumpían mi tranquilidad y mi resaca. Betty... me llamaba. Tiene bonita voz. Me toqué el cuerpo y sentí que tenía el vestido puesto. Escuchaba a lo lejos las voces de sus amigos que lo llamaban, él intentaba despertarme del todo Betty... me tengo que ir... adiós preciosa... me besó en la mejilla y desapareció.

El día siguiente se pasó rápido. Sí, sé lo que estás pensando. Me sentí culpable, mala y estúpida. No sabía qué hacer ni cómo empezar. Después de una ducha fría mis amigas y yo salimos en busca de los rayos solares y de respuestas. Las tres confundidas y pensativas, tres bocas torcidas que no sabían qué decir. Caminamos por el malecón evitando a los ambulantes con nuestros lentes negros y nos refugiamos de los conocidos en una pequeña juguería. Mi cabeza aún daba vueltas por los estragos de la noche anterior y mi aparato vibraba, una alerta de D. Borrar.
¿Qué piensas?... En lo que he hecho... ¿Te arrepientes?... No...

Le contesté. No le conté nada, le hablé como si nada hubiera pasado. Te extraño mucho... yo también D... Di lo que quieras, cínica, fresca, desvergonzada, tienes diez sinónimos para lo mismo. Todo eso fui yo. Y no le conté nada, y le inventé mil historias de por qué no le había contestado. No, no pienses que todas las mujeres somos iguales. No lo somos. Ese día volví a ver a P, pero esta vez su mirada triste y su cabello negro no me hipnotizó. La confusión me cegaba y las alertas constantes de D no me dejaban ni pensar. Perdón, a cada rato te llamo, es que te extraño...

La noche la pasamos tranquilos, en grupo, conversando y tomando. Fuimos a un hueco a bailar y la nueva dosis de alcohol me transportaba por momentos a la noche anterior. Movía la cabeza, lárgate has de tu vida lo que quieras. P daba tomaba su vaso de whisky con guaraná sin dejar de mirarme. De mi amor te estoy botando como un perro, fuera, fuera. Huí al baño de mujeres y por poco me caigo con un escalón mal calculado. Me cogí de la puerta y entré tentando las paredes para encontrar el interruptor de luz. Me miré en el espejo. Abrí la llave del agua y me mojé la frente intentando disipar lo que sea que estaba sintiendo. Una borracha tocó la puerta con insistencia y no me quedó más que salir a enfrentar las manos fuertes de P y su respiración que me hace suspirar.

Ya sé lo que parece, pero no sé que pasó. Es horrible esta sensación. No te la deseo ni recomiendo.

La noche entre copas se pasó volando y pronto fue tiempo de decirle hasta mañana a P. Sí, hasta mañana porque el día siguiente era 31 y sólo había una fiesta. Sin opciones. No me quejo, aunque lo parezca. Fue uno de los mejores años nuevos de mi vida. La fiesta estuvo genial, la música, la compañía. Sí, no le des vueltas. P y yo pasamos una noche genial, brindando con amigos, bailando y besándonos bajo los reflejos de las luces de colores. Sus amigos nos miraban divertidos, lo jodían. ¿tu flaca?... No, mi esposa...
Pronto y tras una pelea la fiesta terminó y como los taxis demoraban en llegar, decidimos todos caminar hasta la casa, P me jalaba y besaba en plena carretera, con la niebla de la madrugada tapándonos los rostros y la brisa del mar que recorría mis piernas desnudas hasta el filo de la falda. ¿por qué eres tan linda, ah?... yo reía. Reía avergonzada y nerviosa con el roce de sus manos grandes por mi espalda.

Vamos, se están alejando... No, no dame un beso y vamos... ¿uno nomás?...


Betty.

No me arrepiento de nada, sólo me río.